Han pasado casi dos décadas desde aquellos días en los que todo se hacía sin apps, sin Wi-Fi y sin grupos de WhatsApp.
Cuando ser supervisor en una activación significaba estar en campo, resolver con el cuerpo y pensar con el sentido común, no solo tomar fotos para el reporte.
Esa época me enseñó algo que hoy parece haberse perdido:
👉 que el verdadero supervisor no es un testigo del evento, es el guardián de la operación.
Por eso, hoy quiero compartir el decálogo del supervisor moderno, una guía inspirada en la vieja escuela —la que me formó trabajando para Marlboro— y que sigue siendo la diferencia entre una operación común y una que el cliente recuerda toda la vida.
1️⃣ El supervisor es los ojos del cliente
No está para figurar, sino para ver lo que nadie más ve.
Desde el uniforme mal colocado hasta el logotipo arrugado en un stand: todo comunica.
Cada detalle habla de la marca, y tú eres su primera línea de defensa.
2️⃣ Lidera con respeto, no con miedo
Un buen supervisor corrige sin humillar y enseña con el ejemplo.
El respeto se refleja en la puntualidad, la presentación y el tono de voz.
Si tú llegas tarde o te ves cansado, el equipo replica eso.
3️⃣ La operación es un organismo vivo
Un evento nunca sale exactamente como se planea.
Por eso, el supervisor debe anticipar, resolver y reportar.
No se trata de “esperar instrucciones”, sino de usar criterio: el sentido común es el recurso más valioso que hay en campo.
4️⃣ La tecnología apoya, pero no sustituye la mirada humana
Hoy tenemos herramientas, reportes automáticos, fotos instantáneas… pero ninguna app puede reemplazar la intuición ni la experiencia.
Un buen supervisor no se limita a documentar: interpreta la realidad y actúa antes de que algo se rompa.
5️⃣ El material de marca es sagrado
Cada uniforme, lona o display representa años de inversión.
Tu deber es cuidarlo, mantenerlo limpio y garantizar que se vea impecable.
El branding no se improvisa: se respeta.
6️⃣ El cliente no necesita excusas, necesita soluciones
Si algo falla, no culpes al clima ni al tráfico.
Encuentra alternativas, ajusta dinámicas, coordina al equipo.
Resolver rápido, con cabeza fría, es lo que separa al profesional del improvisado.
7️⃣ Los reportes cuentan historias, no solo números
Un reporte no es llenar celdas de Excel o subir fotos.
Es contar lo que pasó con precisión, contexto y criterio, para que el cliente entienda por qué el evento fue exitoso (o qué se debe mejorar).
8️⃣ El inventario es tu reputación
Cada promocional, cada caja, cada registro es tu responsabilidad.
Un faltante no es un error: es un descuido.
El orden refleja tu ética.
9️⃣ La actitud del equipo empieza en ti
El supervisor marca el ritmo.
Si tú llegas con energía, respeto y claridad, el equipo te sigue.
Si llegas disperso, cansado o ausente, el evento se desmorona.
El liderazgo no se exige, se inspira.
🔟 La excelencia no es negociable
En la vieja escuela, supervisar era un acto de orgullo.
Porque sabíamos que cada activación llevaba la firma de nuestro trabajo, aunque nadie la viera.
Hoy, las agencias modernas deberían volver a esa filosofía:
📍 menos selfies, más operación;
📍 menos presencia digital, más control en campo;
📍 menos “parece bien”, más “salió perfecto”.
Ser supervisor no es un título, es una responsabilidad.
Y aunque el mundo cambie, la excelencia operativa nunca pasa de moda.
Porque cuando haces las cosas con método, respeto y pasión, no necesitas filtros para que tu trabajo hable por ti.
En Parallel, creemos en las ejecuciones impecables.
En operaciones que no solo se ven bien, sino que funcionan con precisión, liderazgo y propósito.
Esa es la diferencia entre cumplir… y trascender.
P.D. Un buen supervisor también cuida la ética en campo:
se asegura de que nadie brinque procesos ni comparta contactos,
y respeta siempre la línea de contratación y las jerarquías entre agencias.
En la vieja escuela lo aprendimos así: entre agencias grandes, nos respetamos.
✍️ Redacción Parallel | Edecanes Puebla
